miércoles, 2 de septiembre de 2009

Añoranzas del Futuro


Con esta aparente contradicción, vamos a analizar la evolución del monumento fallero, desde un punto de vista diferente al de la estética formal (aunque también toque parte de ella), en las dos últimas décadas.

Y es que, si en el último periodo –finales S.XX y comienzos del S.XXI-, la renovación estética ha sido patente, aunque lenta y no todo lo radical que pretende la sección mas contemporánea de la fiesta, otros recursos modernos como la implantación de la tecnología y la interactuación del visitante con el monumento, han desaparecido de un plumazo.

Atrás quedan los años en los que Vicente Agulleiro recurría al movimiento en las escenas presentadas en la exposición del Ninot, para cautivar al público y llevarse una vez detrás de otra el indulto. El gran maestro se apoyaba en Rafael Gallent , que con sus conocimientos de ingeniería daba realismo a los grupos que planteaba el artista. Recordar también el homenaje que le preparó Mártinez Mollà en la falla del Ayuntamiento de 1993, ambientando una hipotética rotación de la falla municipal, a cargo del propio ingeniero.

En la década de los 90, proliferó el uso de la tecnología en las fallas de especial, pero sobre todo el concepto de falla temática, y por tanto, visitable. No podemos dejar de recordar a ese gran artista y escenógrafo como era Agustín Villanueva, hoy retirado Su trilogía de Convento Jerusalén, fue un cambio estético, aunque no formal, pero único en la fiesta fallera.

Los juegos de luces, sonidos, humo, agua y demás artilugios eran una constante en sus obras en el céntrico cruce de calles. Estos recursos se veían acrecentados por un cambio estructural-compositivo del monumento fallero. El catafalco dejaba de estar formado por basa, escenas cuerpo y remate, todo unido. Los remates se movían hacia cualquiera de las posiciones del emplazamiento, saliéndose del centro, y permitiendo el paso del visitante entre ellos. Caso más palpable, es Na Jordana 1990.

Sin embargo la revolución llego de la mano del mismo artista en Convento Jerusalén. Un trabajo escenográfico excelente, unido a una estética realista en las figuras, atrajeron a las masas de visitantes hacia sus fallas. Inolvidables son las fallas de 1992 –El templo del Hombre- , 1993 –La Mantis Viajera- , 1995 –Reencuentros en “Convent”, el Gemelo Azul y 1997 –Un Mar de Futur- , la falla que apenas dejaba paso entre las aceras de lo enorme que era en las bases.

Temas de ciencia ficción, en los que insertaba personajes de la actualidad, unido a la espectacularidad de sus montajes, hacían de la falla una visita más que obligada.

Sin embargo la creciente competencia y el estilo barroco provoco el abandono de Agustín Villanueva tras su última incursión en secciones inferiores, esta vez, en Quart-Palomar (2005).

Mientras, Miguel Santaeulalia aprovechaba la superficie de la plaza del portal Nou para invitar al visitante bajo el monumento, emplazamiento, que quizá es la única comisión (Na Jordana) que aprovecha en los últimos años para que el visitante interactúe con la falla (ej. Carme T’Estime – 2005).



La última referencia en materia de tecnología y temática fue el binomio Latorre y Sanz en La Merced. La comisión, que ya había experimentado con movimiento y humo en 1996 con “Drogas, No”, de Martínez Molla y su dragón, siguió apostando por la modernidad en la fiesta, y deslumbró al mundo fallero en 1997 con “El Gran Premio Nacional y el movimiento de la rueda trasera de la Motocicleta que coronaba el remate, así como el humo del tubo de escape.

Así mismo, en 1998 y 1999, sus monumentos se caracterizaron por permitir el paso de los visitantes entre las figuras del remate: en 1998 para ver el ninot indultat –Jacques Cousteau- y en 1999 para visitar el interior de la falla con el cómico vestuario del Valencia CF bajo el gran balón de futbol del remate.

Ya en 2004, las luces, el sonido, y el humo fueron protagonistas de la “diferente” propuesta de Delegido ("El Angel"), en la misma plaza.

Y ahora bien, que ha ocurrido en los últimos años? A parte de grandes fallas sin apenas contenido, el riesgo a la hora de jugársela con composiciones, temáticas y herramientas diferentes ha desaparecido. Falta aliciente para atraer al visitante, y artistas como Villanueva, Santaeulalia (padre) y Latorre y Sanz lo lograban.

Esperemos ahora que los nuevos artistas (y también las comisiones) echen la mirada hacia atrás y aprovechen el camino que otros empezaron a dejar despejado, y que hoy, casi desconocido, dejo de explorarse.